miércoles, 13 de noviembre de 2013

Tú eres tú, no un examen

Una pequeña perspectiva temporal.

La escuela que conocemos es el resultado de un par de milenios de experiencia docente y formadora de culturas anteriores a la nuestra. Algunas experiencias o prácticas continúan hasta nuestros días y otras han quedado obsoletas o extinguidas. Cualquier estudiante de Pedagogía puede estudiar, con cierto estupor, cómo en la antigua Grecia, en la polis de Esparta para ser más exactos, sacrificaban a los niños que tenían alguna discapacidad por el simple hecho de que el fin que perseguía la formación era crear soldados.

Hoy día consideramos que estos actos eran totalmente innecesarios, simplemente bárbaros. Las personas con discapacidad son en muchísimos casos plenamente válidas para la sociedad, pero sobre todo, y en última instancia, comprendemos y respetamos sus derechos. No se pone en discusión. No se hace una estimación de la capacidad que van a tener para reportar algún beneficio a la sociedad que los alberga. Simplemente se antepone su derecho a la vida y se les procura la atención necesaria para que su discapacidad no suponga un problema en su desarrollo personal.
Quiero pensar que en algún momento en el futuro verán los tiempos que corren en la actualidad con el mismo espíritu crítico y la misma clarividencia con la que vemos esos repugnantes episodios de la historia humana. Sería un buen signo de que se ha producido un cambio importante, contundente e irreversible.

No, hoy día no sacrificamos a nuestros niños con su vida, pero sí los condenamos a perseguir una meta que muchos de ellos no alcanzarán, por dos principales motivos: fundamentalmente porque esa no es su meta y, de cualquier modo, porque esa meta no conduce a nada, sólo al mismo abismo al que asomaban en el pasado a los discapacitados.


De la necesidad de un cambio.

Nos hemos acostumbrado a vivir en una denuncia permanente de cuestiones que son patentes hasta para el más mundano de los mortales. Cuestiones que los verdaderos expertos no se cansan de publicar en cuantos foros intervienen, y que los políticos no terminan de atender, muchas veces por no romper un orden determinado y unos intereses creados.

Apariencia de movimiento
Giuseppe Tomasi di Lampedusa usó la expresión “A veces es necesario que algo cambie para que todo siga igual” en su libro “El Gatopardo”, por el que se acuñó esa otra expresión que refiere discusiones gatopardescas a aquellas que no llevan a ningún puerto. A veces, se desvía tanto la atención que todo queda en un efecto visual de movimiento, pero sin que se vislumbre una verdadera intención de acometer reformas significativas. Más grave si cabe, cuando las que se acometen atentan contra principios básicos de una sociedad civilizada, como son la universalización y libre accesibilidad de la cultura y el saber.


El valor de la memoria como capacidad cognitiva.

En la Baja Edad Media el acceso a los libros constituía un serio handicap para cualquier humano con sed de conocimiento. Si difícil era el acceso a las recopilaciones de saber, no menos era retener el conocimiento que en ellas se encontraba. ¡Qué fácil nos parece desde hace algunas décadas adquirir un libro que se edite en cualquier parte del planeta, imprimir o fotocopiar un texto interesante!.

En esa época sólo había un recurso para retener el conocimiento: la memoria. Y por ello, durante siglos se ha valorado muy positivamente esta cualidad en el estudiante. Tanto tanto tiempo, que sin querer ni poder evitarlo se ha infiltrado en nuestro adn social. Hemos incorporado la memoria a los procesos de evaluación de los estudiantes en todos los niveles educativos. Y por ello, la mayor parte de las pruebas evaluatorias que se desarrollan en nuestro país tienen un elevado componente memorístico. El niño se supone que sabe por lo que es capaz de retener y no por lo que es capaz de manejar.

La cuestión que subyace es que para muchos niños retener no es tan divertido como manejar. Pocos de ellos sentirán motivación por aprender la lista de reyes borbones, pero no pocos estarían encantados de jugar a ser el Rey Luis XIV, -el Rey Sol-, en un videojuego que recree la Francia de aquella época y sus disputas sociales, haciéndole comprender de manera amena el sentido de las mismas. El juego, que se podría extrapolar a ámbitos físicos, a través del teatro, la educación física, la música o la danza, les haría enfrentarse a habilidades sociales en las que manejen información para actuar consecuentemente, tal cual luego tendrán que hacer, cuando la vida torne en realidad los problemas a que nos enfrentamos los adultos.


De los fines de la Educación.

La vida les va a requerir mucho a nuestros estudiantes, y muy variado, pero las enseñanzas que le serán útiles a cada persona sólo las deparará su caminar. Y concretamente saber si realizar operaciones matemáticas complejas o conocer ampliamente el medio natural en que nos movemos les será de mayor o menor utilidad, es simplemente imposible. Hasta ahora nos hemos acostumbrado a que nos valga el consabido “... pero es algo que le puede venir bien saber”. Y con ese titulillo hemos intentado que todo niño sea tratado como un producto industrial y sometido a un tratamiento único y estándar que se divide en etapas sucesivas jalonadas con el correspondiente examen de calidad. Y no contentos con ello, hemos desechado “productos” por el simple hecho de que no cumplían el molde industrial de referencia: el niño capaz de memorizar unos contenidos a pesar de que no le atraigan en absoluto.


Del cambio de paradigma educativo.

La verdadera reforma educativa no debe ser una reforma, debe ser una revolución. Y como la mayoría de revoluciones va a surgir en la base de la sociedad. Y aquí es donde los docentes vamos a jugar un papel decisivo. En nuestras manos está adaptar los procesos de evaluación para que no fomenten el aprendizaje memorístico. La memoria está sobrevalorada y tan sólo es una capacidad cognitiva más.

Ya hoy, los objetivos pedagógicos hablan de que se emplee el aprendizaje significativo, referido a que el estudiante relacione la nueva información que adquiere con la que ya posee. El problema es que en definitiva se requiere que existan estructuras de conocimiento previas, sobre las que realizar un andamiaje de las nuevas. Y esto sólo se consigue cuando el estudiante está plenamente implicado con la materia de estudio y constituye para él un aliciente y motivación adentrarse en la misma.

Para estimular ese deseable hambre de conocimiento disponemos, entre otras técnicas, del aprendizaje por descubrimiento. Con él, el estudiante se coloca en una posición activa y desarrolla destrezas investigadoras. El problema es que construir ambientes donde el estudiante tenga oportunidad de explorar no es algo tan inmediato como exponer una clase magistral de una hora de duración donde el docente expone una materia y luego solicita a sus alumnos la realización en casa de algunos ejercicios relacionados con la misma. Al contrario, requiere un gran esfuerzo docente en elaboración de contenidos apropiados. La tecnología proporcionará nuevas herramientas. Google, por ejemplo, podría estar trabajando en el desarrollo de aulas de inmersión en entornos de aprendizaje, unas habitaciones totalmente paneladas con pantallas donde los alumnos se incorporan con trajes sensorizados y gafas de visión 3D que ilustran a través de realidad aumentada todo tipo de aprendizajes.

En la antigua Roma, las escuelas recibían la denominación de Ludus debido a la importancia del juego en las mismas. Hoy día hay quien preconiza sistemas de educación basados en una escuela eminentemente lúdica, donde a través del juego se reconstruyan las lecciones que previamente los niños han visionado en casa.

La cuestión a debate: los exámenes.

Pero sea cual sea la metodología docente que se aplique para un eficaz aprendizaje, quiero poner en cuestión los sistemas de evaluación que aún se emplean extensivamente. Más aún, su propia existencia.     

Partamos de un planteamiento básico, ¿qué sentido tiene evaluar de algo cuya utilidad es relativa, arbitraria y diferente para cada individuo?. Es difícil pensar en un escenario de educación sin exámenes, porque cualquiera que haya ejercido la docencia habrá observado el innegable estímulo al esfuerzo que supone enfrentarse a un examen. Pero son actitudes que se deben cambiar progresivamente, con la contundencia de los hechos. Una nueva realidad en la que el estímulo al aprendizaje provenga de otras fuentes obrará el milagro.

Las personas no deben examinarse cuando no tienen un devenir formado. En cambio, hay que ir otorgándole toda la ayuda posible para que conozcan sus talentos de forma natural, y estos tiren de sus intereses y motivaciones. Se trataría de encontrar su elemento como sugiere Sir Ken Robinson. Habrá quien refiera que es necesaria una evaluación del progreso en el proceso de aprendizaje de los niños. Yo les digo lo siguiente: habrá que ir más lejos aún, hay que evaluar todo el progreso en el proceso de desarrollo psicológico de la persona, entendido desde sus tres vertientes principales: cognitiva, afectiva y social. Pero igual que nadie piensa en un escenario en el que se examinen los sentimientos, las emociones y la actividad social con una orientación hacia la relegación, sino con idea de detectar posibles carencias que hipotéticamente puedan suponer un obstáculo presente o futuro para el desarrollo del niño, debemos plantearnos las carencias de conocimiento como una cuestión mejorable y aconsejable, pero no excluyente o invalidante, ni por la vía directa de la relegación de la persona ni por la indirecta de la presunción de minusvalía.

Sé que el actual orden escolástico dista mucho aún del sistema que propugno, pero me alienta la perspectiva de un futuro en que nuestros nietos sientan el mismo deseo de acudir a la escuela que el de jugar con sus amigos, sabiendo que viven y se desarrollan en una sociedad que para nada puede permitirse el lujo de ser excluyente, y en la que todos pueden, deben e indefectiblemente consiguen ser aquello para lo que consideran que nacieron.

Examen habitual
Considero que es más lógico examinar a las personas que pretenden tener acceso a algunas y determinadas fuentes de saber, -no a todas-, y a unos determinados niveles, en general superiores. En concreto, tan sólo los accesos a ciclos formativos de formación profesional y los estudios superiores universitarios deberían implementar estas “Evaluaciones Previas en Competencias de Manejo”, donde el eminente carácter diferenciador respecto de cualquier prueba al uso es que la misma se sustenta en capacidades de gestión, administración o estructuración de una información accesible por parte del evaluado. Con ello se procuraría que exista la garantía suficiente de que el proceso de asimilación de nuevos conocimientos, competencias o habilidades se va a llevar con la máxima probabilidad de éxito. Se trata por tanto, de evaluar requerimientos previos referidos a competencias de manejo, no de retención de conocimientos. ¿Alguien duda de que en un futuro cercano cualquier examen se realizará a alumnos que dispondrán de acceso a Internet a través de múltiples dispositivos?. En el fondo, podríamos afirmar que parte de la clase estudiantil ya viene manejando estos conceptos desde antaño, ya que solventan una situación de la vida real (un examen) con competencias de manejo (su método para "copiarse").

Roger Schank, famoso neurocientífico experto en aprendizaje, señala como anecdótica una curiosa ejemplificación bastante ilustrativa de la realidad habitual. A principio de curso pregunta a sus alumnos universitarios quién cree que aprobaría en ese instante un examen del curso pasado. Todos sus alumnos afirman que suspenderían.

Igualmente, para ejercer cualquier actividad laboral las personas deben demostrar su competencia actual, no la que ostentaban en el pasado. Esto podría incentivar que los exámenes en la Universidad fueran más realistas, y una orientación realmente útil tanto para el alumno, -que así va controlando los aspectos en los que necesita mejorar-, como para los futuros empleadores, que tendrán un referente más fidedigno acerca de las posibilidades de desempeño de sus futuros empleados.


Conclusión.

Significa este paradigma un cambio radical de mentalidad, ya que supone vaciar nuestra memoria de datos, a veces insuficientemente conexos, para llenarla de procedimientos, de maneras de actuar con toda esa información que estará instantánea y plenamente accesible a través de las tecnologías.

No creo que todo cuanto opino sea lo más conveniente, pero sí creo que el tema requiere una reflexión importante y, sobre todo, un cambio de paradigma real, que insisto, debe provenir de los propios docentes. Se atribuye a Benjamin Franklin una cita que sentencia de la siguiente manera: “Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo”. No se me ocurre mejor misión para un docente que la de tratar de involucrar el amor de sus alumnos en la materia que ellos adoran. Luego, las propias querencias de cada alumno dirán. Como alguna vez he dicho “Tú eres tú, no un examen”.





viernes, 26 de julio de 2013

"Flipped Classroom" y "Gamification"

Continuamente escuchamos la conveniencia de darle vueltas a las cuestiones que nos invaden día a día para así poder encontrar la solución óptima. Pues bien, hace ya tiempo que en determinados ámbitos educativos se ha llevado este axioma hasta la literalidad de sus palabras. Las Flipped Classroom son textualmente Clases Volteadas. Podemos encontrar el mismo concepto bajo la denominación de Reverse Teaching (Revertir la enseñanza) o Backwards Classroom (Clases hacia atrás).

¿En qué consiste básicamente las Flipped Classroom?


Estamos habituados a que los docentes impartan sus clases en horario escolar y manden tareas y ejercicios a los alumnos para realizar en casa. Con las flipped classroom se ha invertido el proceso y los alumnos dedican parte de su tiempo en casa al visionado de clases magistrales que tratan las temáticas que al día siguiente los alumnos ejercitarán mediante prácticas, puestas en común, trabajos colaborativos y toda suerte de actividades que el profesor, en su auténtico papel tutorial, haya establecido como apoyo práctico.

Las aplicaciones y soluciones que presenta este modelo son tantas como la imaginación de los docentes sean capaces de generar. Supongamos a un niño al que encargan visionar un video en el que se explica el sistema métrico y al día siguiente los niños juegan a dividir el aula de clase en las distintas medidas de área y comprender el paso de una unidad de medida a otra.

La física y las matemáticas se podrían apoyar con clases prácticas en las que los estudiantes experimentarán las consecuencias reales de los teoremas. La historia, la lengua o los idiomas se podrían combinar mediante la teatralización de algún episodio de la Historia, haciendo a los niños partícipes de la creación de los guiones.

¿Qué aporta la Gamification?


La gamification (o gamificación en español) es el uso del juego, con su mecánica y su forma de pensar, en contextos ajenos al propio juego, en este caso la educación, con el fin de otorgarle más atractivo y aprovechar la predisposición psicológica de las personas al juego para extraer de él las conductas deseadas.

Tiene poco sentido que un niño dedique el tiempo de clase a asimilar conceptos teóricos de la naturaleza o la biología y que por la tarde deba realizar más ejercicios "de cuaderno", normalmente solo. Y esperar a que un día el profesor prepare una visita al laboratorio de ciencias o al jardín botánico. En lugar de ello, sería interesante que el alumno vea en casa una explicación, previamente seleccionada por el tutor, de Youtube, Vimeo o Khan Academy, -por poner tres ejemplos-. Al día siguiente dedicarían toda la clase a experimentar y realizar problemas de manera individual y grupal. Y aquí es donde entra en escena la Gamification.
La innegable capacidad de algunos juegos, sobre todo en su vertiente tecnológica, con una demostrada capacidad de recreación de todo tipo de ambientes, escenarios y contextos hace de los juegos en general, y los video-juegos en particular, una herramienta nada desdeñable en enseñanza.
El tutor está disponible cuando más lo necesitan los alumnos, o sea, al enfrentarse a las aplicaciones reales y didácticas de sus aprendizajes y en el proceso de encaje de esos conocimientos con las experiencias particulares de cada individuo. Si además de ello conseguimos una mayor involucración del alumnado e incrementamos su motivación y satisfacción a través del uso de técnicas de gamification, sin duda estaremos mejorando el proceso enseñanza-aprendizaje.

Todavía no estas convencido de que las personas preferimos el camino divertido al camino más fácil, pues no te pierdas este pequeño video: