miércoles, 13 de noviembre de 2013

Tú eres tú, no un examen

Una pequeña perspectiva temporal.

La escuela que conocemos es el resultado de un par de milenios de experiencia docente y formadora de culturas anteriores a la nuestra. Algunas experiencias o prácticas continúan hasta nuestros días y otras han quedado obsoletas o extinguidas. Cualquier estudiante de Pedagogía puede estudiar, con cierto estupor, cómo en la antigua Grecia, en la polis de Esparta para ser más exactos, sacrificaban a los niños que tenían alguna discapacidad por el simple hecho de que el fin que perseguía la formación era crear soldados.

Hoy día consideramos que estos actos eran totalmente innecesarios, simplemente bárbaros. Las personas con discapacidad son en muchísimos casos plenamente válidas para la sociedad, pero sobre todo, y en última instancia, comprendemos y respetamos sus derechos. No se pone en discusión. No se hace una estimación de la capacidad que van a tener para reportar algún beneficio a la sociedad que los alberga. Simplemente se antepone su derecho a la vida y se les procura la atención necesaria para que su discapacidad no suponga un problema en su desarrollo personal.
Quiero pensar que en algún momento en el futuro verán los tiempos que corren en la actualidad con el mismo espíritu crítico y la misma clarividencia con la que vemos esos repugnantes episodios de la historia humana. Sería un buen signo de que se ha producido un cambio importante, contundente e irreversible.

No, hoy día no sacrificamos a nuestros niños con su vida, pero sí los condenamos a perseguir una meta que muchos de ellos no alcanzarán, por dos principales motivos: fundamentalmente porque esa no es su meta y, de cualquier modo, porque esa meta no conduce a nada, sólo al mismo abismo al que asomaban en el pasado a los discapacitados.


De la necesidad de un cambio.

Nos hemos acostumbrado a vivir en una denuncia permanente de cuestiones que son patentes hasta para el más mundano de los mortales. Cuestiones que los verdaderos expertos no se cansan de publicar en cuantos foros intervienen, y que los políticos no terminan de atender, muchas veces por no romper un orden determinado y unos intereses creados.

Apariencia de movimiento
Giuseppe Tomasi di Lampedusa usó la expresión “A veces es necesario que algo cambie para que todo siga igual” en su libro “El Gatopardo”, por el que se acuñó esa otra expresión que refiere discusiones gatopardescas a aquellas que no llevan a ningún puerto. A veces, se desvía tanto la atención que todo queda en un efecto visual de movimiento, pero sin que se vislumbre una verdadera intención de acometer reformas significativas. Más grave si cabe, cuando las que se acometen atentan contra principios básicos de una sociedad civilizada, como son la universalización y libre accesibilidad de la cultura y el saber.


El valor de la memoria como capacidad cognitiva.

En la Baja Edad Media el acceso a los libros constituía un serio handicap para cualquier humano con sed de conocimiento. Si difícil era el acceso a las recopilaciones de saber, no menos era retener el conocimiento que en ellas se encontraba. ¡Qué fácil nos parece desde hace algunas décadas adquirir un libro que se edite en cualquier parte del planeta, imprimir o fotocopiar un texto interesante!.

En esa época sólo había un recurso para retener el conocimiento: la memoria. Y por ello, durante siglos se ha valorado muy positivamente esta cualidad en el estudiante. Tanto tanto tiempo, que sin querer ni poder evitarlo se ha infiltrado en nuestro adn social. Hemos incorporado la memoria a los procesos de evaluación de los estudiantes en todos los niveles educativos. Y por ello, la mayor parte de las pruebas evaluatorias que se desarrollan en nuestro país tienen un elevado componente memorístico. El niño se supone que sabe por lo que es capaz de retener y no por lo que es capaz de manejar.

La cuestión que subyace es que para muchos niños retener no es tan divertido como manejar. Pocos de ellos sentirán motivación por aprender la lista de reyes borbones, pero no pocos estarían encantados de jugar a ser el Rey Luis XIV, -el Rey Sol-, en un videojuego que recree la Francia de aquella época y sus disputas sociales, haciéndole comprender de manera amena el sentido de las mismas. El juego, que se podría extrapolar a ámbitos físicos, a través del teatro, la educación física, la música o la danza, les haría enfrentarse a habilidades sociales en las que manejen información para actuar consecuentemente, tal cual luego tendrán que hacer, cuando la vida torne en realidad los problemas a que nos enfrentamos los adultos.


De los fines de la Educación.

La vida les va a requerir mucho a nuestros estudiantes, y muy variado, pero las enseñanzas que le serán útiles a cada persona sólo las deparará su caminar. Y concretamente saber si realizar operaciones matemáticas complejas o conocer ampliamente el medio natural en que nos movemos les será de mayor o menor utilidad, es simplemente imposible. Hasta ahora nos hemos acostumbrado a que nos valga el consabido “... pero es algo que le puede venir bien saber”. Y con ese titulillo hemos intentado que todo niño sea tratado como un producto industrial y sometido a un tratamiento único y estándar que se divide en etapas sucesivas jalonadas con el correspondiente examen de calidad. Y no contentos con ello, hemos desechado “productos” por el simple hecho de que no cumplían el molde industrial de referencia: el niño capaz de memorizar unos contenidos a pesar de que no le atraigan en absoluto.


Del cambio de paradigma educativo.

La verdadera reforma educativa no debe ser una reforma, debe ser una revolución. Y como la mayoría de revoluciones va a surgir en la base de la sociedad. Y aquí es donde los docentes vamos a jugar un papel decisivo. En nuestras manos está adaptar los procesos de evaluación para que no fomenten el aprendizaje memorístico. La memoria está sobrevalorada y tan sólo es una capacidad cognitiva más.

Ya hoy, los objetivos pedagógicos hablan de que se emplee el aprendizaje significativo, referido a que el estudiante relacione la nueva información que adquiere con la que ya posee. El problema es que en definitiva se requiere que existan estructuras de conocimiento previas, sobre las que realizar un andamiaje de las nuevas. Y esto sólo se consigue cuando el estudiante está plenamente implicado con la materia de estudio y constituye para él un aliciente y motivación adentrarse en la misma.

Para estimular ese deseable hambre de conocimiento disponemos, entre otras técnicas, del aprendizaje por descubrimiento. Con él, el estudiante se coloca en una posición activa y desarrolla destrezas investigadoras. El problema es que construir ambientes donde el estudiante tenga oportunidad de explorar no es algo tan inmediato como exponer una clase magistral de una hora de duración donde el docente expone una materia y luego solicita a sus alumnos la realización en casa de algunos ejercicios relacionados con la misma. Al contrario, requiere un gran esfuerzo docente en elaboración de contenidos apropiados. La tecnología proporcionará nuevas herramientas. Google, por ejemplo, podría estar trabajando en el desarrollo de aulas de inmersión en entornos de aprendizaje, unas habitaciones totalmente paneladas con pantallas donde los alumnos se incorporan con trajes sensorizados y gafas de visión 3D que ilustran a través de realidad aumentada todo tipo de aprendizajes.

En la antigua Roma, las escuelas recibían la denominación de Ludus debido a la importancia del juego en las mismas. Hoy día hay quien preconiza sistemas de educación basados en una escuela eminentemente lúdica, donde a través del juego se reconstruyan las lecciones que previamente los niños han visionado en casa.

La cuestión a debate: los exámenes.

Pero sea cual sea la metodología docente que se aplique para un eficaz aprendizaje, quiero poner en cuestión los sistemas de evaluación que aún se emplean extensivamente. Más aún, su propia existencia.     

Partamos de un planteamiento básico, ¿qué sentido tiene evaluar de algo cuya utilidad es relativa, arbitraria y diferente para cada individuo?. Es difícil pensar en un escenario de educación sin exámenes, porque cualquiera que haya ejercido la docencia habrá observado el innegable estímulo al esfuerzo que supone enfrentarse a un examen. Pero son actitudes que se deben cambiar progresivamente, con la contundencia de los hechos. Una nueva realidad en la que el estímulo al aprendizaje provenga de otras fuentes obrará el milagro.

Las personas no deben examinarse cuando no tienen un devenir formado. En cambio, hay que ir otorgándole toda la ayuda posible para que conozcan sus talentos de forma natural, y estos tiren de sus intereses y motivaciones. Se trataría de encontrar su elemento como sugiere Sir Ken Robinson. Habrá quien refiera que es necesaria una evaluación del progreso en el proceso de aprendizaje de los niños. Yo les digo lo siguiente: habrá que ir más lejos aún, hay que evaluar todo el progreso en el proceso de desarrollo psicológico de la persona, entendido desde sus tres vertientes principales: cognitiva, afectiva y social. Pero igual que nadie piensa en un escenario en el que se examinen los sentimientos, las emociones y la actividad social con una orientación hacia la relegación, sino con idea de detectar posibles carencias que hipotéticamente puedan suponer un obstáculo presente o futuro para el desarrollo del niño, debemos plantearnos las carencias de conocimiento como una cuestión mejorable y aconsejable, pero no excluyente o invalidante, ni por la vía directa de la relegación de la persona ni por la indirecta de la presunción de minusvalía.

Sé que el actual orden escolástico dista mucho aún del sistema que propugno, pero me alienta la perspectiva de un futuro en que nuestros nietos sientan el mismo deseo de acudir a la escuela que el de jugar con sus amigos, sabiendo que viven y se desarrollan en una sociedad que para nada puede permitirse el lujo de ser excluyente, y en la que todos pueden, deben e indefectiblemente consiguen ser aquello para lo que consideran que nacieron.

Examen habitual
Considero que es más lógico examinar a las personas que pretenden tener acceso a algunas y determinadas fuentes de saber, -no a todas-, y a unos determinados niveles, en general superiores. En concreto, tan sólo los accesos a ciclos formativos de formación profesional y los estudios superiores universitarios deberían implementar estas “Evaluaciones Previas en Competencias de Manejo”, donde el eminente carácter diferenciador respecto de cualquier prueba al uso es que la misma se sustenta en capacidades de gestión, administración o estructuración de una información accesible por parte del evaluado. Con ello se procuraría que exista la garantía suficiente de que el proceso de asimilación de nuevos conocimientos, competencias o habilidades se va a llevar con la máxima probabilidad de éxito. Se trata por tanto, de evaluar requerimientos previos referidos a competencias de manejo, no de retención de conocimientos. ¿Alguien duda de que en un futuro cercano cualquier examen se realizará a alumnos que dispondrán de acceso a Internet a través de múltiples dispositivos?. En el fondo, podríamos afirmar que parte de la clase estudiantil ya viene manejando estos conceptos desde antaño, ya que solventan una situación de la vida real (un examen) con competencias de manejo (su método para "copiarse").

Roger Schank, famoso neurocientífico experto en aprendizaje, señala como anecdótica una curiosa ejemplificación bastante ilustrativa de la realidad habitual. A principio de curso pregunta a sus alumnos universitarios quién cree que aprobaría en ese instante un examen del curso pasado. Todos sus alumnos afirman que suspenderían.

Igualmente, para ejercer cualquier actividad laboral las personas deben demostrar su competencia actual, no la que ostentaban en el pasado. Esto podría incentivar que los exámenes en la Universidad fueran más realistas, y una orientación realmente útil tanto para el alumno, -que así va controlando los aspectos en los que necesita mejorar-, como para los futuros empleadores, que tendrán un referente más fidedigno acerca de las posibilidades de desempeño de sus futuros empleados.


Conclusión.

Significa este paradigma un cambio radical de mentalidad, ya que supone vaciar nuestra memoria de datos, a veces insuficientemente conexos, para llenarla de procedimientos, de maneras de actuar con toda esa información que estará instantánea y plenamente accesible a través de las tecnologías.

No creo que todo cuanto opino sea lo más conveniente, pero sí creo que el tema requiere una reflexión importante y, sobre todo, un cambio de paradigma real, que insisto, debe provenir de los propios docentes. Se atribuye a Benjamin Franklin una cita que sentencia de la siguiente manera: “Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo”. No se me ocurre mejor misión para un docente que la de tratar de involucrar el amor de sus alumnos en la materia que ellos adoran. Luego, las propias querencias de cada alumno dirán. Como alguna vez he dicho “Tú eres tú, no un examen”.





viernes, 26 de julio de 2013

"Flipped Classroom" y "Gamification"

Continuamente escuchamos la conveniencia de darle vueltas a las cuestiones que nos invaden día a día para así poder encontrar la solución óptima. Pues bien, hace ya tiempo que en determinados ámbitos educativos se ha llevado este axioma hasta la literalidad de sus palabras. Las Flipped Classroom son textualmente Clases Volteadas. Podemos encontrar el mismo concepto bajo la denominación de Reverse Teaching (Revertir la enseñanza) o Backwards Classroom (Clases hacia atrás).

¿En qué consiste básicamente las Flipped Classroom?


Estamos habituados a que los docentes impartan sus clases en horario escolar y manden tareas y ejercicios a los alumnos para realizar en casa. Con las flipped classroom se ha invertido el proceso y los alumnos dedican parte de su tiempo en casa al visionado de clases magistrales que tratan las temáticas que al día siguiente los alumnos ejercitarán mediante prácticas, puestas en común, trabajos colaborativos y toda suerte de actividades que el profesor, en su auténtico papel tutorial, haya establecido como apoyo práctico.

Las aplicaciones y soluciones que presenta este modelo son tantas como la imaginación de los docentes sean capaces de generar. Supongamos a un niño al que encargan visionar un video en el que se explica el sistema métrico y al día siguiente los niños juegan a dividir el aula de clase en las distintas medidas de área y comprender el paso de una unidad de medida a otra.

La física y las matemáticas se podrían apoyar con clases prácticas en las que los estudiantes experimentarán las consecuencias reales de los teoremas. La historia, la lengua o los idiomas se podrían combinar mediante la teatralización de algún episodio de la Historia, haciendo a los niños partícipes de la creación de los guiones.

¿Qué aporta la Gamification?


La gamification (o gamificación en español) es el uso del juego, con su mecánica y su forma de pensar, en contextos ajenos al propio juego, en este caso la educación, con el fin de otorgarle más atractivo y aprovechar la predisposición psicológica de las personas al juego para extraer de él las conductas deseadas.

Tiene poco sentido que un niño dedique el tiempo de clase a asimilar conceptos teóricos de la naturaleza o la biología y que por la tarde deba realizar más ejercicios "de cuaderno", normalmente solo. Y esperar a que un día el profesor prepare una visita al laboratorio de ciencias o al jardín botánico. En lugar de ello, sería interesante que el alumno vea en casa una explicación, previamente seleccionada por el tutor, de Youtube, Vimeo o Khan Academy, -por poner tres ejemplos-. Al día siguiente dedicarían toda la clase a experimentar y realizar problemas de manera individual y grupal. Y aquí es donde entra en escena la Gamification.
La innegable capacidad de algunos juegos, sobre todo en su vertiente tecnológica, con una demostrada capacidad de recreación de todo tipo de ambientes, escenarios y contextos hace de los juegos en general, y los video-juegos en particular, una herramienta nada desdeñable en enseñanza.
El tutor está disponible cuando más lo necesitan los alumnos, o sea, al enfrentarse a las aplicaciones reales y didácticas de sus aprendizajes y en el proceso de encaje de esos conocimientos con las experiencias particulares de cada individuo. Si además de ello conseguimos una mayor involucración del alumnado e incrementamos su motivación y satisfacción a través del uso de técnicas de gamification, sin duda estaremos mejorando el proceso enseñanza-aprendizaje.

Todavía no estas convencido de que las personas preferimos el camino divertido al camino más fácil, pues no te pierdas este pequeño video:



miércoles, 12 de junio de 2013

6 películas 6 fundamentales sobre educación

Llega el verano; fin de curso y las vacaciones de los estudiantes. No vamos a referir, a pesar de que me apetecería, la conveniencia y racionalidad que hay en que el sistema educativo realice un parón de 3 meses. Meses que los padres habrán de rellenar con imaginación, idoneidad y según su propia oportunidad y disponibilidades.

Dentro de las múltiples actividades que planificamos realizar en esos días, yo propongo una que no necesita apenas recursos y que a buen seguro puede contribuir a alimentar el espíritu crítico y reflexivo que toda familia debe albergar en su seno. Se trata de 6 películas 6 para compartir en familia con un buen cuenco de palómitas.

Os dejo, por tanto, esta pequeña selección, -con sus trailers-, que he realizado atendiendo a los valores que propugnan estas películas en torno a la educación. A mí, particularmente, todas ellas me han transmitido una idea común: cada uno de nosotros es un ser único y especial, con sus propias motivaciones y talento.

  • El club de los poetas muertos. Una visión crítica de la educación estricta que atenta contra las motivaciones de los estudiantes, donde la irrupción de un excéntrico profesor (caracterizado magistralmente por Robin Williams) supone el despertar de los chicos a la búsqueda de sus sueños a través de técnicas nada convencionales.


  • Billy Elliot (Quiero bailar). La lucha de un chico de once años por deshacerse de la influencia social y familiar con que se imponen los estereotipos dominantes. Todo los chicos del entorno, un barrio obrero del Reino Unido, practican boxeo en el gimnasio, pero él, fortuitamente, descubre su pasión en el ballet.


  • Los chicos del coro. La lucha y el tesón en un internado de niños huérfanos, donde la pasión musical de un profesor cambia el frío y adverso ambiente de posguerra llenando sus corazones de esperanza a través del reconocimiento y la confianza en sí mismos. Magistral banda sonora, que no deja indiferente.


  • My fair lady. Interesantísima película que ilustra cómo la educación involucra a todo nuestro ser, a cómo nos comportamos y a cómo nos ven los demás. Narra la apuesta de un profesor de fonética por convertir en dama a una brusca florista mediante el correcto uso del lenguaje y la enseñanza de los buenos modales.


  • Oliver Twist. Innumerables peripecias las que tiene que sufrir el pequeño Oliver para encontrar un sitio a base de lucha en la sociedad de la Inglaterra victoriana, a través de la escuela de la calle.


  • Escuela de Rock. Comedia en la que podemos apreciar un principio fundamental de la pedagogía: sólo de docentes apasionados puede surgir la docencia excelente. Un apasionado rockero sin suerte en el mundo de la música se convierte en el mejor profesor de la escuela, transmitiendo su pasión: el rock.


martes, 9 de abril de 2013

Test de la esponjita

Walter Mischel es un reputado psicólogo austriaco que puso en práctica a lo largo de 15 años un test que trataba de medir el control de los estímulos y la capacidad del refuerzo retardado.

Para ello disponía a los niños de 5 años ante una golosina, las típicas esponjitas americanas, indicándoles que tenían dos opciones: comérsela o dejarla ahí sin comer durante varios minutos, y que en este último supuesto serían recompensados con otra esponjita más. Acto seguido se dejaba al niño solo.

El niño se encontraba frente a frente con su dilema: satisfacer su deseo de golosina inmediatamente o aguardar con el fin de obtener una recompensa doble.


Los resultados fueron variados. Había niños que nada más dejarlos solos se echaban la esponjita a la boca, otros que la olían, otros preferían taparse los ojos, que la tocaban y jugaban con ella o que incluso la mordisqueaban y otros que aguantaban estoicamente frente a frente con la fuente de deseo.

Mischel llegó a constatar que el test medía con mayor precisión las competencias sociales y el desarrollo académico de los niños que los propios test de inteligencia, en un estudio que observó la evolución de estos niños durante años. Mientras que es posible encontrar personas inteligentes que no consiguen encauzar su vida social de manera que les permita una integración efectiva para sus intereses en la sociedad, es poco probable que las personas que muestran grandes desempeños en el test de la esponjita (marsmallow test) no desarrollen una vida social adecuada y éxitos académicos.

Surgirían entonces una serie de cuestiones cuya resolución sería pedagógicamente muy instructivas:
-¿cómo hacer que los niños tengan un mayor control de sus impulsos?
-¿qué recompensas son las que deben reforzar esta actitud?

Estaríamos hablando de que el éxito proviene de la capacidad de dilatar la recompensa. Sin embargo, hay autores que están sacando nuevas conclusiones de este viejo experimento. En esta linea, el rumano Dragos Roua formula algunas interesantes reflexiones.

Dragos considera que la hipótesis de partida del experimento da por sentado algunas cuestiones. Cuestión fundamental es dar por supuesto que los niños desean una segunda esponjita. Es natural pensar que si desean una, querrán dos. Pero esa es precisamente la cuestión que se obvia: el niño se enfrenta a la posibilidad de elegir comer una esponjita o esperar con la promesa de obtener otra más. El niño se enfrenta a algo que nos acompañará toda la vida: la toma de decisiones. Estamos diciendo entonces que los niños que deciden esperar una recompensa tienen más capacidad de éxito en el futuro. Yo creo que no. Y Dragos así lo piensa.

Lo fundamental es abordar una decisión (hoy es una esponjita, mañana será si estudiar lo que nos apasiona o lo que el entorno sugiera, si comprar una casa o alquilarla, etc), tener el compromiso de cumplir con los requerimientos necesarios (esperar, trabajar, estudiar, invertir dinero, etc.) y un aspecto subsidiario pero importantísimo: tener la confianza para mantener el compromiso. ¿Qué ocurriría con el experimento si se repitiera sucesivas veces pero en alguna ocasión el niño no obtuviera la recompensa esperada?. La vida es así, nos creamos unas expectativas que luego pueden verse ratificadas o venir abajo por la acción de los mercados, de un mal socio, de infortunios personales, etc.

Estudios posteriores basados en el Test de la Esponjita han demostrado la correlación existente entre el tiempo de espera para satisfacer el deseo de comerse la esponjita y la confiabilidad en el entorno. Para ello se trabajó con grupos a los que se había alimentado la confianza y otro al que se había traicionado la confianza previamente. Es por esta misma razón por la que el Test de la Esponjita no es medible directamente por los padres, ya que involucraría en definitiva la mayor o menor confianza que los niños tienen en que sus padres satisfagan sus expectativas.

Pedagógicamente no imagino un escenario en el que se enseñe construyendo entornos no confiables, así como no aplicamos dolor para mostrar los efectos de una caída con idea de enseñar mejor a conducir una bicicleta. La realidad está ahí, y ellos caerán porque las circunstancias así lo provocará. Pero en nuestra mano está hacer que perciban entornos totalmente confiables que les inspiren a coger la bicicleta de sus pensamientos y obras y ponerlas a correr.


Resulta pues importantísimo acometer un cambio en los modelos educativos, haciendo que se centren verdaderamente en desarrollar la capacidad de las personas de tomar decisiones, teniendo en cuenta los compromisos que deben asumir y las expectativas de confianza que les genere el entorno. Si perciben un entorno confiable, sus mentes trabajarán por tener siempre la agradable sensación de seguridad que tenemos cuando las cosas son como en teoría creemos que deben ser. De esas generaciones podremos esperar que surjan los cambios que nuestra sociedad demanda. A los adultos, se nos ha expuesto ya demasiado la desconfianza en todos los ámbitos: político, jurídico, institucional. Es la hora de poner la esponjita delante de los niños, y ayudarles a crear el compromiso y el entorno de confianza suficiente como para que con su propio esfuerzo sepan y confíen en obtener una segunda esponjita: su felicidad y la de los demás.

jueves, 21 de febrero de 2013

El fútbol como modelo

En el año 2010 la selección española culminó el sueño de millones de personas, de todas las generaciones, que habían anhelado la consecución de una Copa del Mundo de fútbol.

Fue un éxito sin precedentes, pero sí con unos claros antecedentes, sobre los que me gustaría reflexionar.

Voy a evitar entrar en cuestiones acerca de si el fútbol es una pasión de masas, un entretenimiento que atonta a la sociedad distrayéndola de cuestiones más importantes. Tan sólo me mojaré algo en favor del fútbol para decir que soy practicante habitual de este deporte que tan buenos momentos me ha hecho pasar. No soy un seguidor acérrimo, pero sí me gusta verlo en alguna ocasión, máxime cuando en el campo se enfrentan jugadores talentosos en máxima competición.

Sobre gustos nunca cuestionaré, pero me parece que no se puede menospreciar el arte que encierra intentar hilar una jugada con un elemento de movimientos tan azarosos como es un balón de fútbol golpeado con cualquier parte del cuerpo salvo las manos (manos con las que el hombre se ha distinguido de muchísimas especies animales). El fútbol no desmerece de cualquier otra práctica artística, donde cada gesto está ensayado por el artista hasta la extenuación, con el añadido de una mayor carga de aleatoriedad. Si hay personas a las que encantan los firmes pasos de una bailarina clásica sobre las tablas de un teatro, no seré yo quien reste belleza a las chilenas que en su día realizaba Hugo Sánchez, -dignas de un gimnasta-, o a la manera de driblar adversarios, sólo con un gesto, de Leo Messi. En todos los casos hay un talento puesto de manifiesto.

Sin embargo, sí me gustaría estudiar cuáles pueden ser algunas de las claves de este éxito, y cómo nos puede otorgar ideas extrapolables a otros ámbitos.

De nuestro progenitores conocemos que España ha sido siempre un país eminentemente futbolero. Mi padre me contaba cómo cuando él era pequeño, los niños hacían una pelota con algunos trapos viejos entrelazados y anudados. Ya posteriormente, cuando yo era pequeño, el fútbol estaba tan implantado que era muy habitual practicarlo a la salida del colegio en cualquier solar o los fines de semana en competiciones algo más formalmente preparadas.

Ya desde hace algunos años, podemos observar el gran entramado de escuelas deportivas y clubs que componen el panorama futbolístico nacional. Es muy difícil que encontremos casos de niños que no hayan probado la práctica deportiva del fútbol en algún momento de su vida.

Total, que tenemos un país en el que 3,5 millones de niños con edades comprendidas entre 5 y 19 años practican fútbol con el sueño de ser algunos de los 1000 futbolistas que militan en un equipo de Primera o Segunda División. No cuento en estas cifras a las niñas, porque como sabemos no ocurre lo mismo, pero a nadie le puede extrañar que la senda que sigue es la misma.

Sólo esos 1000 futbolistas que juegan en Primera y Segunda División se pueden permitir el lujo de vivir de su talento; al menos mientras dura su carrera futbolística. El resto tendrán que conformarse con convertir su mayor o menor talento en un hobby.

Los niños se encuentran en un entorno en el que el fútbol está omnipresente. La prensa y la televisión ensalzan a los futbolistas. Además, la práctica deportiva del fútbol en sí misma constituye un juego. Todo constituye un caldo de cultivo excelente para la maquinaria futbolera.

Ahora, tratemos de imaginar que existieran talleres de ciencias en todos las escuelas y distribuidos por centros cívicos, bibliotecas y demás centros culturales. Tratemos de imaginar que en ellos se adiestrara a los niños en  el amor a las ciencias a través de experimentos de física o química, jugando con mecanos o con juegos de magia. Imaginemos que existiera una mayor cobertura mediática del trabajo de los grandes científicos con un seguimiento continuo de las investigaciones en las que están incursos, con documentales científicos y divulgativos que atrajeran la atención de los niños. Eso, hoy día se está empezando a hacer, pero hay que redoblar esfuerzos y profundizar en las metodologías educativas que se emplean.

Para un niño el recreo y la clase de educación física constituyen una recompensa, un premio a su dedicación. Hagamos que todas las materias que se imparten sean igual de atractivas. Juguemos, practiquemos, impliquemos a todos los sentidos, a la motricidad del niño, a sus sensaciones, como precursoras de sus sentimientos. El fútbol tiene eso: implica al ser como individuo con todas sus características propias y como parte de un equipo; tiene sus recompensas y pone en juego sentimientos. Si una clase de biología la ilustramos con las mascotas que lleven los niños al colegio, de esa experiencia educativa puede surgir el amor a los animales y quizás la vocación de otro Félix Rodríguez de la Fuente, personas a las que el amor a su profesión les reporte su felicidad personal y la capacidad de mostrar un talento superior.

En el largo camino que supone el cambio de paradigma en el modelo educativo, tendremos algún día que abandonar las viejas concepciones que basan la educación en una evaluación acerca de si se posee o no un determinado conocimiento sobre las materias clásicas. Pasaremos paulatinamente a educar en la capacidad de generar ideas en las temáticas hacía las que cada persona vaya mostrando su interés y en saber gestionar y administrar esas ideas para cumplir los objetivos que personal y profesionalmente nos marquemos.

Paralela y complementariamente a los cambios que deben acometerse en el sistema educativo, debemos construir un entramado que procure sistemas de detección temprana de las habilidades y facultades de las personas, y fundamentalmente de sus motivaciones personales. Igual que hay muchos ojos detrás de cada niño que juega al fútbol buscando el próximo Andrés Iniesta, pongamos la atención en cada niño y niña que corre, salta, hace figuras de barro o emborrona un papel , porque al igual que no nos va a faltar fútbol en las próximas décadas, no deberían faltarnos los futuros Alexander Fleming, Federico García Lorca, Mozart, Marie Curie o Nadia Comaneci, por citar algún ejemplo.  




jueves, 31 de enero de 2013

Acerca del talento

Me gustaría comenzar con unas reflexiones acerca del concepto de talento. Y, como es normal, debemos acudir en primer lugar al Diccionario de la Real Academia Española, donde encontramos que talento se equipara a otros dos conceptos: inteligencia y aptitud, afirmando también que talento es la persona inteligente o apta para determinada ocupación.

Ahondando en la cuestión, vemos que la inteligencia es la capacidad de ver o comprender, de resolver problemas, el conocimiento, la comprensión, el acto de entender, la habilidad, la destreza y la experiencia.

Por su parte, la aptitud es la capacidad para operar competentemente en una determinada actividad; la capacidad y disposición para el buen desempeño o ejercicio de un negocio, de una industria, de un arte; la suficiencia o idoneidad para obtener y ejercer un empleo o cargo.

El ser humano nace con un impulso vital que lo mueve a desarrollarse, a relacionarse con el entorno, a buscar a través de sus propios senderos la felicidad. Es una condición de vida. El ciclo de la vida se explica precisamente porque la pérdida paulatina de ese impulso es el que nos conduce tarde o temprano a la muerte. Cada una de nuestras células deja de tener ese anhelo de supervivencia para buscar un estado de felicidad superior en el órgano para el que trabaja y se va produciendo un deterioro en sus funciones básicas. Pero de ese inevitable apagar de nuestros días, ya hablaremos en otra ocasión, para corroborar que incluso en esa etapa de nuestras vidas se deben encontrar motivaciones que mantengan la suficiente chispa vital en nuestro cuerpo y mente.

Hoy toca tratar cómo la propia existencia de cada uno de nosotros es síntoma de que tenemos anhelos, impulsos, motivaciones. Toca apreciar la importancia de detectar esas motivaciones, ya que son el camino sin pérdida hacia un desarrollo superior de las competencias humanas, hacia eso que hemos definido como talento. Toca, -y esto sí es importantísimo-, plantearnos si nuestro sistema educativo persigue con los medios correctos localizar ese talento en nuestros jóvenes.

Desde pequeños observamos que niños y niñas muestran intereses muy variados. Tomemos como base el modelo propuesto por Howard Gardner acerca de la Teoría de las inteligencias múltiples, que identifica las capacidades específicas intelectuales del ser humano agrupadas en la siguiente clasificación:
  • Inteligencia lingüistico-verbal
  • Inteligencia lógica-matemática
  • Inteligencia espacial
  • Inteligencia musical
  • Inteligencia corporal cinestésica
  • Inteligencia intrapersonal
  • Inteligencia interpersonal
  • Inteligencia naturalista
Hay niños que desde edades muy tempranas ya presentan claros signos de interés y motivación por el desarrollo de determinadas capacidades propias de alguno de estos grupos. Lo que no nos vamos a encontrar es niños que no presenten interés en ningún campo (salvo que el individuo presente algún trastorno, como el autismo).

Lo interesante de la propuesta de Gardner es que considera la propia inteligencia como una capacidad susceptible de desarrollo y evolución, y no algo inamovible. Evidentemente, conforme se desarrollen las capacidades que se agrupan dentro de la inteligencia lógico-matemática podremos afirmar que la persona es más inteligente matemáticamente hablando.

Si todos presentamos intereses y nuestros intereses nos llevan a un desarrollo superior, talento o inteligencia, es especialmente importante el que encontremos mecanismos de búsqueda y localización de esos aspectos, materias, competencias que pueden suponer el talento personal de cada individuo, ya que es su desarrollo el que asegurará una vida más plena para ese individuo y una pieza mejor preparada para actuar en el ensamblaje que le corresponda en nuestra Sociedad.

Examinemos pues cada uno de los procesos y métodos que emplea el sistema educativo en descubrir el talento de las personas. Auditemos el esfuerzo que realmente se hace en sacar a relucir el talento individual. Si tomamos como muestra el descontento y la desmotivación que presentan una gran parte del alumnado de nuestros colegios, institutos y universidades no podemos concluir que se esté haciendo todo lo que sería conveniente.

Por descontado podemos afirmar que cuanto antes se aborde el desarrollo intelectual de la persona en los aspectos hacia los que presenta una mayor predisposición, mayor será el previsible grado de consecución de sus competencias, ya que como veíamos en la definición inicial, la experiencia es un elemento destacado en la inteligencia. Además, el hecho de desarrollar en etapas tempranas el talento individual puede actuar como mecanismo de autorrealización que proyecte en mayor medida beneficiosos efectos en todos los aspectos de la vida del individuo.

Concluyamos pues que nuestro sistema educativo no es el paradigma de los sistemas que buscan el talento. Seamos análíticos y observemos nuestro entorno. Y empleo la palabra entorno porque considero que debemos observar cuáles son las distintas metodologías que se emplean en otros países o sociedades, pero también la respuesta que otorga la propia naturaleza para saber extraer el talento de todos sus componentes. Y también las formas en las que el talento se manifiesta o irrumpe de entre el anonimato, la masificación, la vulgaridad o el abandono.

Siempre hemos oido aquello de que no hay que dar peces, sino que hay que proporcionar la caña y enseñar a pescar. En la actualidad, con los tiempos convulsos y cambiantes que nos toca vivir, habría que recapacitar sobre ello. Me llama mucho la atención todos aquellos estudios que afirman que un porcentaje elevado de ocupaciones del futuro (las que desempeñarán nuestros hijos y nietos) aún ni siquiera existen. Es por eso que sería más procedente desarrollar las capacidades humanas en busca del talento individual en aras de que el individuo esté más preparado para abordar las ocupaciones que los nuevos tiempos o él mismo establecerán.

Por un futuro mejor, como docentes, como padres, como amigos, como compañeros o simplemente como ciudadanos sólo se me ocurre un precepto a seguir: "Haz florecer el talento de quienes te rodean y cubramos permanentemente de múltiples colores la inhóspita tundra en la que a veces parece que vivimos".

miércoles, 30 de enero de 2013

Presentación

Este espacio comúnmente llamado blog espero que sirva para poner a disposición de la comunidad educativa aquellas experiencias y conocimientos relacionados con una docencia responsable. Hablo de docencia responsable para referirme a aquella que persigue encontrar el talento que reside en cada una de las personas. Es esa la finalidad que debe tener un sistema educativo. Encontrando el talento hallaremos la forma de evolucionar como Sociedad.

Un pensamiento muy compartido en los ámbitos educativos es que todo el mundo es susceptible de manifestar talento en alguna materia o aspecto de la vida. Nuestra responsabilidad como docentes es encontrarlo.

Este blog es una prueba piloto de una idea más ambiciosa que persigue contribuir a un mundo más solidario y menos egoísta. Si con ello puedo aportar un granito de arena o una semilla de esperanza, por mí que no quede.